LUZ Y OSCURIDAD
Cada mañana podemos ver y experimentar como la luz abre paso a un nuevo día.
Cada mañana volvemos a mirar con claridad ese paisaje que en la oscuridad de la noche podíamos sentir pero que estaba oculto en la penumbra nocturna.
Cada día, esa luz convertida en Rayo de sol, ilumina desde la flor más pequeña hasta la montaña más inmensa.
Cada noche, al caer la tarde la oscuridad se hace sentir, la podemos ver porque hemos vivido el día iluminados por la luz consabida.
En esa oscuridad habita todo lo conocido y también lo desconocido.
En esa oscuridad, encontramos el pasaje al universo onírico que nos cobija en el sueño y también los temores más escondidos y los miedos que desvelan.
¿No somos acaso un poco luz y oscuridad? ¿Día y noche a la vez?
A veces vivimos con la lámpara encendida, con suficiente aceite para iluminar nuestro camino y también los senderos de otros.
Cuántas veces esa vela permanece encendida desafiando el viento y manteniéndose viva hasta el último trozo de cera.
Otras veces, experimentamos la oscuridad, en ella damos tumbos, extraviamos el camino,
intentamos frenéticamente arrastrar a otros en esa oscuridad con la esperanza de poder aferrarnos para que esa oscuridad no sea tan aterradora y cegadora.
Hemos vivido noches largas y oscuras del alma, pero de una forma u otra, esa oscuridad nos ha permitido anhelar la luz, reconocerla al salir de la cueva, aunque duelan los ojos y no sepamos cómo avanzar a través de esa luminosidad.
Conocer la luz es posible porque hemos visto la oscuridad, en ese ciclo de vida, de conciencia nos movemos, en esa encendido y apagado late lo que somos, como un todo, como un ciclo.
Saber y abrazar nuestra oscuridad, nos permite entregarnos a la luz que somos y llevamos dentro, tan necesaria para saber que estamos vivos.
Tolska Barrientos Schlie
Terapeuta Floral
Maestra Gendai Reiki Ho
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